viernes, 7 de enero de 2011

GRANADA

Hace unos días que estoy leyendo “Nueva York” de Henry James, uno de mis escritores predilectos en esa afición compartida con tanta gente por la novela de siglo diecinueve. El libro en cuestión es una selección de relatos sobre la ciudad, realizada por Colm Tóibín que dice, hablando de la relación del autor con Nueva York : “estos escritos revelan, más allá del encanto por esa ciudad, cierta ira, una ira que no se parece a ninguna…No se trata de la ira comprensible que podía sentirse ante la destrucción de algo bello y familiar, sino de algo más extraño y complejo, y por eso merece una gran atención”.
Seguramente la relación que cada persona tiene con el lugar que habita es complicada como son todas las relaciones con lo que más nos importa: nuestros amigos, amantes, familiares, vecinos. Es la proximidad la que complica el vínculo, es la cercanía la que impide la objetividad. Igual pasa con la ciudad en la que vives, con tu ciudad, porque al fin y al cabo ella es nada más y nada menos que el escenario de tu vida.
He pensado tanto en Granada, llevo tanto años siendo granadina (no nací aquí, siempre digo en broma que soy granadina por amor), mucho más de la mitad de mi vida, tanto tiempo dedicando mi trabajo a Granada, que me identifiqué con esa ira de James por Nueva York. De Granada dijo el Maestro Morente ”La ciudad que mata a sus poetas y entierra sus ríos”, pero es también la que aporta a la cultura universal a Lorca, Guerrero, Falla, Alonso Cano, Val del Omar, Rosales, Fernando de los Ríos, Ayala, entre otros, y un ingente patrimonio histórico del que la Alhambra y el Albaycín son los más conocidos.
Muchas veces he sentido a la vez que un profundo apego a mi ciudad, una gran rabia, casi un dolor, unas veces por lo que no es, por lo que le falta y otras por lo que le sobra, por sus excesos. Nos sobra individualismo, fatalismo y victimismo, esa queja eterna y su faceta de sentirnos siempre agraviados en comparación permanente con algo o alguien a quien consideramos superior, sólo así se puede entender esa actitud permanente de reproche a Sevilla o a Madrid. Hay también una exageración en la manifestación de algunos elementos identitarios, lo que llamo el falso granadinismo que se basa en un sentimiento desproporcionado en lo que se refiere a los orígenes de la ciudad y algunas efemérides y festividades.
En cuanto a lo que echo de menos en referencia a mi ciudad y sus habitantes, claro está, de lo que creo andamos escasos es de un legítimo orgullo por lo que somos y por nuestro pasado que nos impulse con esfuerzo y trabajo a un mejor futuro, también un poco más de sentido de pertenencia y una mayor implicación en lo colectivo. Y nos falta voluntad de consenso, creer en nuestras potencialidades y capacidad de articular metas comunes, en definitiva, más confianza en lo que podemos construir entre todos.

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