A propósito de la inauguración de la reciente remodelación de la calle Ganivet les quisiera decir lisa y llanamente que a mí no me gusta, les diré más tampoco me gustan la Gran Vía , la Constitución con sus estatuas cabezonas ni las fuentes de marmóleas granadas gigantes que asoman por doquier, pero asómbrense y sepan que hay muchas personas como yo a las que tampoco les gusta. No nos gusta esta estética ampulosa, ramplona , ostentosa y cateta que invade nuestra ciudad y menos aún nos gusta esta imposición de lo “bonico” que no es más , en el mejor de los casos, que un remedo de estampa decimonónica. Dirán ustedes que quién soy yo para exponer mis gustos sobre lo bonito o lo feo referidos al espacio público, a los lugares de lo común , y es verdad que no soy nadie, bueno sí, soy una ciudadana que tiene derecho a opinar sobre lo que le pertenece por colectivo, que se rebela contra esta imposición estética que se hace desde el Ayuntamiento de Granada. Pero sobre todo, me rebelo por cómo se hace, con la misma soberbia de su ignorancia estética de nuevos ricos que nos llenan de chismes plazas y calles, utilizan la certeza de que lo que a ellos les gusta es la definición, el canon de belleza del granadinismo contemporáneo, hasta parecen sentirse depositarios del “gusto” de los granadinos.
Deben saber que aunque se sepan salvadores de las esencias estéticas granadinas somos muchos y muchas los que no nos identificamos con “su” estética, que esa no es la estética, porque “su” estética no es universal.
He recordado lo que decía Wittgenstein en el Tractatus “la ética y la estética son una sola cosa” y por eso quizás no he podido evitar pensar en los valores que inspiran a los portadores de esta estética. Hoy mismo se ha publicado que en el reparto territorial de las inversiones públicas del ayuntamiento de Granada los distritos Norte y Chana son los que menor inversión han recibido, en contraposición a los que más: Beiro, Ronda y Centro.
Seguramente no por casualidad me ha venido a la cabeza una cita de Adam Smith leída en el libro “Algo va mal” de Tony Judt “Esta disposición a admirar, y casi a idolatrar, a los ricos y poderosos, y a despreciar o, como mínimo, ignorar a las personas pobres y de condición humilde es la principal y más extendida causa de corrupción de nuestros sentimientos morales”.
Granada necesita ser gobernada desde el rigor y la austeridad tratando de equilibrar los territorios y ofreciendo oportunidades a todos y todas, para ello es indispensable colaborar y ponerse de acuerdo con otras administraciones. También es imprescindible devolver el sentido a los espacios públicos como lugar simbólico del poder soberano del pueblo y protegerlos de atentados estéticos que invaden nuestra ciudad. Bastaría con que estuvieran más vacíos, menos ocupados por artefactos y actividades que esconden intereses privados en detrimento del interés general.
miércoles, 30 de marzo de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario